viernes, 17 de septiembre de 2010

Capítulo 1 (II)

Una vez recargada el arma, me levanté para salir corriendo de detrás del coche para seguir avanzando hacia la armería. Agarré con fuerza la escopeta y empecé a correr entre los gules. El ruido de mi respiración hacia que se giraran hacia mí y que de su diafragma saliera un ruido similar a un gemido. Ruido que atraía a sus semejantes.

Giré una esquina y me encontré de lleno con uno de ellos. El miedo casi me hace disparar una bala contra su cuerpo pero rápidamente supe que seria malgastar la munición sino le atinaba a la cabeza, así que me tranquilicé y apunté al entrecejo. Apreté el gatillo con fuerza y antes de que el cuerpo cayera continué corriendo, supe que el sonido del disparo atraería a más de ellos y que cada vez sería más difícil moverse.

La calle que conducía a la armería estaba ligeramente barrada por gules así que me dispuse a disparar la última bala que me quedaba para dispersarlos. Sabía que eso no los mataría, pero podría pasar por la calle hasta buscar un lugar para recargar. Disparé contra ellos. El impacto de la bala los apartó de mi camino y de paso desmembró a alguno de ellos. Aproveché que caían para hacerme paso y vislumbré un coche volcado en la lejanía sin gules cerca que podría servirme para recargar con más tranquilidad. Me acerqué allí y me senté. De mientras recargaba, me acordé del día en que cogí esta arma…

Me encontraba en mi habitación con mi sesión diaria de cómics. Estirado en la cama, oí a mi padre gritar:

-¡Kyle!¡Rápido, baja!¡Tu... tu madre está…!

Mi madre no había vuelto de trabajar ayer. Hacia casi 24 horas que estaba fuera. Es cierto que nos había dicho que estaba teniendo mucho trabajo en el hospital últimamente. Había un gran número de enfermos y necesitaban más enfermeras, y eso significaba horas extras. Mi padre y yo pensamos que se había quedado trabajando hasta tarde. Pero no era así.

Capítulo 1 (I)

Capítulo 1

Luto

Los humanos somos cómodos por naturaleza. Con esto quiero decir, que nos acostumbramos a las vidas que llevamos. Aceptamos como son, y decidimos vivir de una forma monótona, sin novedades, sin nada que nos recuerde que seguimos vivos.

Es por eso mismo, que si existe un Dios, o algo similar, ha tenido que pulsar un botón. Alguien ha tenido que hacer algo para despertarnos. Es ahora que estoy tan cerca de la muerte, cuando recuerdo que estoy vivo, y que puedo dejar de estarlo si no estoy atento.

El mundo se ha vuelto loco. Todos sabemos lo que es una pandemia, no es nada nuevo, pero sí es algo a destacar, cuando lo que nos está matando ya está muerto. Nadie pensaba que esto era real. Pero ya sabéis lo que dicen: “La realidad supera a la ficción”. Por si aún no os habéis dado cuenta, me estoy refiriendo a los zombis.

Muertos que vuelven a la vida otra vez, para acabar con los humanos, sin razón aparente. Debo admitir, que este tema me apasiona. He estado años metido en el tema de los muertos vivientes. Internet, cómics, películas, libros… Lo sé todo sobre ellos. Pero ahora el protagonista soy yo. Yo soy ese que en el cómic se carga a sus amigos zombificados. Y me hace sentir vivo.

Soy Kyle Hoffman. Tengo 19 años, y estoy en medio del apocalipsis zombi. Me encuentro rodeado de zombis, pero no tengo miedo: mientras tenga munición. Su forma torpe de caminar, sus movimientos lentos, hacen que me tranquilice un poco, sé que podré sobrevivir mientras no esté rodeado de un gran número de ellos. Es entonces cuando descargo mis dos cartuchos de la recortada en la cabeza de dos zombis. Des de lejos esta arma no acabaría con ellos, los disparos se dispersan mucho, así que si estoy cerca y les doy en la cara, terminaré con ellos rápido.

Una vez he acabado con ellos, mi próximo movimiento es buscar un lugar para cubrirme y recargar. La escopeta que llevo solo tiene para dos cartuchos, así que cada dos disparos, tengo que parar. Me escondo detrás de un coche después de comprobar que esté vacio, y me dispongo a recargar.